¿Te imaginas que el guion de esta vida ha sido escrito por ti antes de encarnar?
Me gusta pensar en esta vida terrenal como si fuese una obra de teatro en la que cada uno de nosotros está representando el papel que ha escogido representar. Así, lo que conocemos como “yo” vendría a ser un personaje creado por nuestra alma, con un nombre, unas características físicas y mentales y una serie de retos y aprendizajes que conseguir.
En esta vida quizás te llames Violeta, o Juan, o Noa y, en la anterior, quizás tu nombre fue John, o Priya o Leiza. En esta vida, quizás hayas escogido ser actriz o pintor, o arquitecto y, en otra anterior lo mismo fuiste una monja, o un agricultor o, incluso, un emperador chino.
Al igual que tú estás representando tu papel de la mejor manera posible en esta obra de teatro llamada vida, el resto también lo está haciendo. Es como si fuésemos una gran compañía de teatro que, antes de comenzar la función, hubiese repartido papeles y hubiesen escrito, en conjunto, el guion.
De esta manera, quien ahora es tu madre en otra vida pudo ser tu enemiga mortal, o tu hija o tu vecina. Con quien estás casada ahora quizás te llevaste a matar, en ocasiones de forma literal, en una vida pasada y puede que esa amiga con la que has acabado como el rosario de la aurora fuese tu dueño en aquella vida en la que fuiste una esclava en Nueva Orleans.
Voy a utilizar este último ejemplo para explicar el tema de las relaciones kármicas. Si en una vida pasada, tu amiga, llamémosla Alicia, te privó de toda libertad y te sometió a prácticas humillantes, es muy probable que tu alma le haya guardado un poco de rencor, ¿no crees? Podría ser incluso que en esta reencarnación tengas una sensación de rechazo hacia ella que no sabes de dónde viene y que, aunque lo hayas hablado en terapia y le hayas dado mil y una vueltas, sigues sin dar con el origen de esa emoción tan desagradable. ¿Te ha pasado alguna vez algo así?
También puede ser al revés, que fueses tú quién se portó mal en otra vida y que hayas heredado kármicamente una sensación de deuda con alguien. ¿Te suena?
El objetivo de nuestra alma, a la vez que ir adquiriendo los aprendizajes que considera que necesita, es ir liberando estos karmas de vidas pasadas. Por ese motivo, quizás esa tal Alicia hizo eso que te dolió tanto para que encontrases la fuerza para marcar en esta vida los límites que no pudiste marcar en la anterior o para que liberases esa sensación de deberle algo que tanto te bloqueaba. Ahora viene la parte que muchas veces nos cuesta asimilar: la traición de tu amiga estaba pactada.
Las relaciones son bidireccionales, también las kármicas. En una relación con karma que sanar, hay dos o más personas involucradas. Por ese motivo, antes de encarnar, las almas implicadas en ese karma han pactado el transcurso de unos acontecimientos que permita que liberéis esa energía estancada.
De la misma manera, puede darse la situación en la que sientas una atracción muy fuerte, o incluso un gran amor, la primera vez que conoces a alguien. Aquí, entraría el llamado amor a primera vista. Si esto pasa, es porque muy probablemente el alma de esa persona y la tuya propia hayan coincidido en vidas pasadas y hayan establecido una fuerte relación, del tipo que sea. Estas personas, como puedes imaginar, no pasan desapercibidas ni se olvidan con facilidad, sino todo lo contrario.
Piensa en una de las relaciones más intensas que has experimentado y que no ha acabado como tú soñabas. No hace falta que sea una relación romántica, puede ser una relación con un algún amigo o familiar. Recuerda cómo te sentías cuando todo iba bien con esa persona y la devastación que experimentaste cuando, de pronto, todo comenzó a ir mal. Es posible que lo puedas hasta experimentar en tu cuerpo. Seguramente te preguntases el porqué de ese giro de los acontecimientos y te lamentases una y otra vez porque la otra persona ya no quisiese estar contigo o porque hubiese traicionado tu confianza de semejante manera que te era incapaz volver a verle con los mismos ojos, aunque lo intentases.
Por duro que pueda parecer, esa relación tan dolorosa vino a enseñarte algo. Lo mismo vino a ponerte en el camino correcto, o a demostrarte lo mucho que puedes amar, o a hacerte ver que tienes la capacidad de marcar límites y alejarte si así lo necesitas. Sea cual fuese su finalidad, esa relación traía un gran aprendizaje para todas las personas implicadas, y las almas de estas personas habían pactado que así fuese antes de venir a la Tierra una vez más.
Sé que cuesta entender que el capullo que te destrozó el corazón había pactado esto contigo antes y, estuviese pactado o no, eso no quita que se haya portado mal y que tengas que perdonarle si no quieres. Lo que es muy liberador es observar la gran fuerza que has adquirido de esa relación, el aprendizaje que tú, gracias a ti misma, has adquirido. Aún así, si te está costando gestionar una situación o relación, y aún a riesgo de repetirme: pide ayuda, juntas somos más fuertes.
Una vez más, quiero recalcar que no estoy defendiendo las relaciones tóxicas. Independientemente de los pactos álmicos que hayamos podido hacer, nos merecemos relaciones sanas y amorosas y marcar límites y alejarnos de quien nos hace mal es siempre una buena opción. Ya cuando nos muramos veremos con claridad el por qué de todo lo acontecido y las almas verán como saldar las cuentas que pueden tener pendientes, pero, mientras estemos aquí, lo primordial es cuidarnos y respetarnos.
No obstante, la intensidad de algunas relaciones kármicas nos puede nublar la vista y hacernos sentir incapaces de manejar la situación. Pero no pasa nada, porque tengo una buena noticia para ti: tiene solución. Existen terapias como los Registros Akáshicos que nos permiten descubrir el origen de estas emociones procedentes de vidas pasadas y, así, poder sanarlas. Por eso, y como de costumbre, ante una situación que no sabemos manejar y que nos bloquea, la mejor idea es pedir ayuda, ya que pedir ayuda nos hace más fuertes. Hay profesionales maravillosos y muy bien formados que trabajan con los Registros Akáshicos que te pueden ayudar si lo necesita. Una de ellos, soy yo misma.
De la misma manera, no hay que utilizar la creencia de que esa intensidad tan difícil de manejar viene de vidas pasadas y que, por eso, hay que continuar en esa relación porque la conexión es única e irrepetible. Esa sería una manera de utilizar la espiritualidad para perpetuar la dependencia emocional, como pasa muy a menudo con el tema de las llamas gemelas. La conexión que tienes con cada alma es única y de esa conexión puedes adquirir un aprendizaje único, pero ese aprendizaje puede que no sea el que quieres. De esa relación tan intensa puede que no saques una familia, una casa bonita en el campo y tres perritos adorables, sino que adquieras el conocimiento y la certeza absoluta de lo fuerte que eres cuando eres capaz de mandar al otro a freír espárragos y librarte de sus tonterías y mareos emocionales.
El tema de los pactos álmicos debe de verse como una forma de evolución del alma. El alma quiere que estés bien, por lo que nunca te va a enganchar a una relación tóxica, sino lo opuesto: la toxicidad de una relación es la muestra de que ese no es el camino, por muchas vidas pasadas que tengáis en común.
Aquí entra en juego algo muy importante para representar nuestro papel de la mejor manera posible: la confianza. Confianza en nuestros guías espirituales, en el universo o Dios o como te guste llamar a la idea de Divinidad, confianza en los espíritus que te acompañan… Pero, sobre todo, confianza en ti misma.
Si tu alma ha escrito tu historia pensando en el mayor beneficio de todos los implicados, ¿qué puede salir mal? ¿Por qué tener miedo? Insisto, si tu alma, que eres tú misma, es la escritora y directora de tu historia, ¿no sería más sencillo confiar en que eres plenamente capaz de representar tu personaje? La confianza es lo que hace que esta obra de teatro llamada vida se convierta en una experiencia divertida y agradable en vez de en un tormentoso camino hacia la muerte. Porque morir, nos vamos a morir igual, ¿no es mejor disfrutar de nuestro personaje hasta entonces?
Te lo digo yo, que soy la persona más normal que conozco.